Desaparecer
Tengo miedo de desaparecer. Si pasan dos días en que no hago historias en Instagram o no mando este newsletter me agarra una sensación de desvanecerme. Publicar algo, lo que sea, me da una extraña sensación de existir.
La abuela española de mi ex ex cobraba una jubilación en un cheque que venía del otro lado del atlántico. Cada noventa días tenía que acercarse a un lugar para mostrar que estaba viva. Cuando ya era muy complicado movilizarse se podía pagar a alguien que vaya a su casa a dar fé de que efectivamente la señora seguía viva.
¿En qué momento esos noventa días se transformaron en 24hs? En los ́90 de viaje llamabas a tu casa cada cuatro o cinco días y eso alcanzaba para que estén tranquiles de que estabas bien. Ahora si no subís una foto, mandás mensaje a alguien o al menos aparece tu última conexión en whatsapp simplemente desaparecés.
Poner el celular en modo avión es una forma de ocultamiento, jugar a las escondidas. Así como los locales ponen un cartel Vuelvo en 5 minutos, deberíamos poner un cartel que diga Vuelvo en 5 días. Una especie de ayuno de comunicaciones tecnológicas cada cierta cantidad de tiempo. Así como los adictos al juego pueden firmar con un escribano para que no les permitan entrar a un casino, que se pueda firmar frente a un ente tecnológico para que no te dejen entrar en ninguna red social por cinco días. No digo un mes, ni un año, sólo cinco días de desintoxicación algorítmica.
En la radio el otro día hablaban de las monjas de clausura, esas que no pueden comunicarse con nadie, ni con su familia. Sólo reciben comandas de rezo.
Yo nunca fui de bloquear, me parece que está bueno también leer a les que piensan diferente. Eso pensaba antes de que se naturalice el insulto en los comentarios. En videos de recomendaciones para tener más visualizaciones leí una vez que lo mejor que podés hacer es atraer al público que te odia. Las discusiones que incluyen insultos originales tienen mejor engagement, te levantan las views y te ponen al top de lo más mostrable. Nada nuevo, Mauro Viale lo tenía clarísimo antes de que exista YouTube.
En lo que va del año tuve muchas veces la sensación de Pido, no juego más. Las reglas en las redes no suelen estar claras, en la democracia tampoco. Mirta Legrand defiende el cine Gaumont, los ministerios son secretarías, los mosquitos son más peligrosos que las arañas.
Me agarran ciertos lapsus de irme a la montaña, lejos de todo, sólo a escribir, desarrollar una idea y procesarla sin someterla a la constante medición de corazones. No quiero pedirle a nadie que se suscriba al canal, que ponga me gusta, que lo comparta, que lo guarde, que toque la campanita, que me compre un cafecito.
Imaginate si en la vida real le pidiéramos a la gente que cada cuatro palabras que decimos nos muestre un cartel corazón, hecho con cartulina y mal cortado. Dos palabras, un aplauso. Cuatro frases y pasamos la gorra. Bueno no sería tan raro, algunas religiones lo vienen haciendo con éxito desde hace mucho tiempo.
Me gustaría ser la cena lista cuando llegás a tu casa después de un día largo de trabajo. Un abrazo que entiende tanto que no necesita preguntarte ¿Cómo fue tu día?
De todas las demostraciones de vida que ofrece el mundo cibernético este año elegí ésta en la que no muestro la cara ni el culo. Un experimento vintage.
Esta semana elegí escribirte un sábado y no el domingo porque mañana es 24 de marzo, un día demasiado importante. Mañana se marcha. Habrá un montón para escuchar y leer de gente que está más preparada que yo. Madres y Abuelas que nunca aflojaron porque saben que la democracia es una partida que se batalla día a día con Memoria, Verdad y Justicia.
¿Seguís ahí? Leer tres minutos es un acto de amor así que gracias por estar acá conmigo.
Que tengas una hermosa semana. Que leas, mires y escuches contenido audiovisual del bien o juegues a la monja de clausura sin rezo. Lo que sea que necesites.
Te mando un abrazo gigante. Te quiero mucho.